lunes, 5 de diciembre de 2016

Me pregunto qué hay, si no estás tú

Y un día así, sin más, me pregunto qué hay, si no estás tú. Qué hay, en mi vida, en lo emocional, si tu cinismo ya no puede ser mío, ni tu confianza de mi propiedad, ni tus ojos mi espejo, ni tus piernas mi cobija. Y me pregunto qué hay, detrás de ti, si tu tiempo ya no es para mí, ni son tus revelaciones algo que pueda caer en mi alma. Me pregunto qué hay, detrás de ti, si te vas, inevitable, irremediablemente, como si acaso, de alguna manera, con lo último acontecido, no hubiera forma, ni esperanza, ni siquiera en un por ciento, de restablecer lo nuestro.

Y me respondo: hay la nada. Y no me mal entiendas: no es que mi vida sea un páramo sin ti, por que tengo mis experiencias, mis pasatiempos, mis aventuras, mis ambiciones. Tengo amigos de fiesta, y algunos otros amigos de toda mi confianza. Tengo todavía mi juventud, tengo todavía sueños que cumplir, retos que superar. Tengo libros por leer, películas por analizar, poemas por los qué llorar, canciones que escuchar con un vaso de ron o de tequila a mi lado. Tengo todavía mujeres a las que hacer el amor, o sencillamente darles mi cuerpo, y disfrutar el suyo algunas noches varias.

Pero, en lo emocional, en el corazón, en el alma, si te vas, de mi, no hay nada, allí. Por que te hice y te hiciste hacer, voluntaria o involuntariamente, un espacio en mi pecho, em tiempo, en mis esperanzas, en mi vida, y por que, ante ti, dejaron de existir las mujeres para mis ojos, aunque me gustaran muchísimas y algunas mucho más que tu.

Detrás de ti, si te vas, hay nada. Y, al mismo tiempo, en ese silencio, en ese espacio que parece tan inmenso, tan gris, hay una agridulce oportunidad de buscarme a alguien más a quien pueda querer.

martes, 25 de octubre de 2016

Si me preguntaras

Si me preguntaras, te diría que duele demasiado no tenerte. Pero eso ya lo sabes, y por eso no lo preguntas. En el menor de los casos, lo sospechas. Y sabes también, me imagino, que sufro por ti más en la mañana que en la noche, por que en la mañana me enfrente a la realidad, sin ti, cuando antes hablábamos a esa hora, y por que en la noche me distraigo, con otras, tanto como puedo.

Por que despertarme, y saber que no estás conmigo me hace sentir esa realidad innegable, lo intenso de mi soledad, lo hondo de tu ausencia, lo amargo de saber que estás con alguien más, que con alguien más intentas, lográndolo o no, la felicidad.

Despertar a veces es demasiado doloroso. Como hoy, en que me acuerdo de ti, y que siento, que tu silencio entra en mi, fríamente, de manera total, terrible, cortando, lastimándome, desgarrándome. Por que te vas, te alejas, más y más, sin retorno.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Sueño que beso a una mujer joven, que se parece a ti

Sueño que beso a una mujer joven, que se parece a ti. Sí, la he conocido hace poco, y aunque no tiene tu nariz grande, ni tus ojos grandes y azules, ni tus labios gruesos, me hace evocarte. Sí, por que tiene el cabello oscuro, y tiene tu misma estatura, y tiene un cuerpo delicioso como el tuyo: fuerte, atlético, con caderas amplias, espectaculares.

Sueño que la veo, la noche después de salir con ella, y que sus labios no se sienten bien. Sueño que me siento incómodo a su lado, con sus labios en los míos, en esa proximidad que ha aparecido de pronto, de la nada. Quisiera separarme de ella, pero siento que sería poco cortés, así que me quedo, allí a su lado, tan cerca, mientras pienso en tus besos.

Sí, no te tengo, pero incluso en mis sueños con otras te me apareces. Y es que, quizás, en el fondo es bastante lógico: me gusta ella tanto por que me hace recordarte. Y es lógico, entonces, que sus besos sean comparados con los tuyos, con lo que sentí en ese entonces. Ella no besa mal, no: sencillamente no es tú, tú, tú, tú.

Despierto, sencillamente, con ligera melancolía, que ha nacido allí, en mi sueño, en mi pesadilla de anoche, y el día gris me parece una natural extensión de mi mundo nocturno. Y reviso mis notas y veo un mensaje de tu parte que me dice: tú y yo no seremos ni siquiera amigos. Estoy feliz, así, sin ti, como nunca.

Lo único que me pregunto ahora -a diferencia de veces pasadas, en las que me preguntaba qué pasaba en ti, por qué esos cambios de humor, por que esas ideas contradictorias, esos deseos tan caóticos-, es, sencillamente, ésta: por qué causa verdadera me he enamorado de ti?

lunes, 22 de agosto de 2016

Soñé contigo de nuevo

Soñé contigo de nuevo, y te soñé en el pasado, en un pasado doloroso, por que en ese pasado aún no estabas casada. En ese pasado, estábamos ambos en el lugar de la recepción de tu boda, justo antes de que eso tuviera lugar. Yo corría, por allí, buscándote, intentando encontrarte, para evitar que te volvieras la esposa de alguien más.

Al fin, entre jardines, entre pequeños salones, entre gente que iba vestida para una fiesta magnífica, y a quienes no conozco ni deseaba conocer, me encontraba a su hermano. Sólo que su hermano parecía español, como siempre me imaginé a aquel a quien adorabas hace tiempo, a quien me dijiste que rompió to corazón luego de acostarse contigo innumerables veces. Me veía, sorprendido, reconociéndome, sin conocerme: aquel otro que te adora, aquel que no debería estar aquí, en este día de tu boda, para detenerla, para evitar que te cases con su hermano. 

Él me veía entonces, es silencio, y con gran asombro, y también con algo de confusión, sin saber a ciencia cierta qué hacer, cómo proceder frente a mi. Yo me perdía también en ese silencio, y el que yo no pudiera moverme, debido a estar frente a él, rodeado de su silencio, frente a su traje negro, perfectamente planchado, y me quedaba atado a su lado, a su autoridad.

De pronto, aparecías, con prisa, atrás de él, con tu vestido blanco. Cosa curiosa: no me causaba dolor verte vestida de blanco toda. Venías sonriendo, como si le hubieras dicho algo a alguien, a tu espalda, y ahora, al volver la cabeza, al verme, te quedabas pálida, sin saber que decir, incluso sin cerrar la boca. Al vernos, sabíamos que lo nuestro seguía existiendo, y sabías que yo había venido explícitamente a robarte de su lado, de su mundo, para estar conmigo.

Y desperté entonces, a las diez de la mañana, en Poznan, solo, cuatro días después, un simple Lunes, y no pude evitar sentir el estómago ardiendo al recordar que, querida mía, te has casado ya.

jueves, 18 de agosto de 2016

Mi resignación

Me enfrento, finalmente, definitivamente, a no tenerte. La resignación se siente finalmente verdadera, casi la siente cortándome, hundiéndose, como multitud de cuchillos, debajo de mi piel, en mi pecho, en el estómago. Duele de una forma que no me imaginaba: no es la intensidad absurda y desmesurada de lo súbito, sino la que lo hace a uno callar, a llorar en silencio, a lamentarse en la nada.

Recuerdo aquel amargo día, aquel viernes, en que me di cuenta, al lado del mar, en pleno calor veraniego, que te idolatraba más de lo que esperaba. Y el recordarlo, que es algo involuntario, ya no quema de forma caliente, como antes, sino de manera fría. Es sentir que nada tiene sentido, que quizás nada nunca lo tuvo. Que he vivido en la nada, en un sueño que ni siquiera en sí mismo, como mera fantasía, existió. Que mis verdugos, quienes que castigaban, eran imaginarios, y que, si alguien me hubiese visto en ese tormento, al verme, siendo golpeado, pensaría que soy un esquizofrénico.

Pero sé que el dolor fue real, al menos, sí. Y recuerdo entonces ese vacío posterior a darme cuenta de que te idolatraba, que era un vacío de esos que lo ahogan a uno, que lo asfixian, que no le dejan pensar, ni respirar, ni hilar ideas. Siente uno que el peso es tan grande que, se uno se tiene que agachar, apenas pudiendo sostenerse. Se siente el silencio más vacío que de costumbre, y que la soledad lo domina todo. Que la alegría ha sido desterrada de todo y absolutamente todas las cosas. Que la melancolía, una muy honda, una que casi quema, se ha venido a plantar en uno, sin darle a uno descanso, no, nunca, jamás.

Por instantes, no puedo evitar pensar, aún con una pequeña pizca de dulzura, aunque con más pena, en lo que pudo haber sido de nosotros. Me pregunto qué habría sido de mi vida, si hubieras venido conmigo, a Wroclaw. Si me hubieras dejado amarte. Si me hubieras dejado tenerte por completo. Me pregunto si habrías sido capaz, al final de todo, de comunicarme todo lo que eres, de lo que tanto huyes de ti misma. Y en ese sentido, me pregunto si al final de la historia comencé a fastidiarte, a aburrirte, a hacerte perder la paciencia. Es una pregunta sin sentido, por que, al final de cuentas, acabas de casarte. Y para alguien como yo, eso pesa demasiado. Demasiado, demasiado, si.

Una parte de mí se imagina cómo será en este momento tu recepción. Sabes, imaginarme cómo te verás, en vivo, con ese vestido de novia que me mostraste en una foto. Veo, en el reporte del tiempo, que estará lloviendo en Gdansk, que hará mucho viento. Pero me imagino a toda la gente, inundando de acento parisino todo el jardín, las terrazas de algún lugar en donde te casas. Todos estarán bien perfumados, y tu madre se sentirá en la Luna, casi como si ella fuera la que se pudiera casar con un francés (un sueño reprimido, siempre pensé). Todo verde, y tú alegre, quizás no por él, sino por haber cumplido tu sueño, ese, tan polaco, tan obsesivo, de casarte - por ti, no por la relación, no por el amor. Por tu necedad, por tu cobardía, por tu miedo a ser herida, a ser defraudada, a que tu madre te quite, por siempre, de manera total, su aprobación.

Sabes? Intentaré levantarme, pero no será fácil. He venido intentando resignarme por tanto tiempo, sin poder hacerlo del todo. Te lo he dicho ya: Llevo tanto tiempo intentando dejarte atrás, sin poder hacerlo. Y me duele cada intento, por cierto. El que recuerde cosas de ti, de tus viajes con él a Serbia, de tus viajes sola a Holanda, de tu amante, de tus trios, de tu cinismo, de esa pequeña vulnerabilidad que te atreviste a exponer, todo ello, te lo juro, viene a mi, en pequeñas dosis de involuntarios impulsos, recuerdos, evocaciones, como agujas, dolorosas, frías y muy puntiagudas.

Carajo: no puedo evitar pensar, en este momento, en los restaurantes que nos gustaban, en tu calle, en donde vivías en Poznan, sola, gris como el cielo, y el murmullo que suena a nostalgia.

De pronto, siento que una emoción que estaba en alguna parte de mí, reprimida, enjaulada, atrapada, empieza a fluir de pronto. Y lloro por dentro, querida, te lo juro que lloro. Me desgarran estas lágrimas, que no sé si son de sangre, o de qué carajos. E imagino lo que fue, todo lo que paso en cuanto me empece a enamorar de ti, todo lo que esperaba, todo lo que pudo haber sido -tanto!-. Aunque tu estás en este momento en la iglesia, o en la recepción, con tu gorda familia francesa, yo sólo veo los lugares en donde estuvimos, en donde nos besamos, en donde pasó todo. Me imagino esa puta lluvia bajo la que te seguí, bajo la cual te pregunté si jugabas conmigo, con ese silencio que nos envolvía cuando nos besamos brutalmente, culpablemente, afuera de tu piso.

De pronto, me observo: ya no gimo, sólo lágrimas, sangre, sangre del alma, recuerdos, frustraciones, todo sale de mí, en río, en un río ancho, caliente, que quema, que duele, que araña casi al ser arrancado. Querida mía, por que yo estaba enamorado de ti, como pocas putas veces lo estuve, por que realmente te adoraba, desde hace mucho, desde meses antes de que, al final, tan cobarde, decidiera, al cabo, decírtelo.

Y ahora, querida mía, te me vas. Y es para siempre.

Ya te has ido. Te acabas de ir. Señora francesa.


viernes, 5 de agosto de 2016

Y me doy cuenta de que te sigo extrañando

Y alguna vez dejo de salir de fiesta, de beber vodka, de cervezas stout, de hablar con chicas guapas, divertidas, en los clubes, o en los pubs, y de coquetearles, de pasear con ellas hablando de trivialidades, de besarlas jugando, de tener pequeñas aventuras a su lado. Y me doy cuenta en un instante, de que te sigo extrañando, sí, yo, que pensaba que ya estaba separado de tu recuerdo, de la imagen tuya, de la idea de tenerte conmigo, toda la vida.

Por que cuando deseo estar con alguien, de manera intensa, en la sensualidad corporal, sólo te imagino, en verdad, a ti. Recuerdo tus besos que me poseían, recuerdo tu cuello que me invitaba a devorarlo, y tus ojos grandes expresivos, llenos a la vez de curiosidad y de miedo. Recuerdo la suavidad de tu cuerpo, de tu piel deliciosa. Recuerdo también tus piernas fuertes y atléticas, tus caderas bien formadas, y la imagen tuya toda, tan erótica, sin trozos de ropa que me impidan verte tal cual eres, imperfecta pero perfecta para mi. Y en esa involuntaria evocación, tan efímera pero tan amarga, mis labios se separan de los a alguien más, al instante, sintiéndome fuera de sitio, deseoso sólo de ti, frustrado, decepcionado. Melancólico, querida.

Por que cuando estoy en las noches, volviendo a casa, luego de alguna noche de fiesta intensa, o tras alguna pequeña aventura, me acuerdo de ti, de pronto, de la nada, y recuerdo tus palabras, tu cinismo, tus juegos, tus provocaciones verbales, que nunca sabré si eran mentira, si eran juego. Quizás, pienso a veces, eran confesiones de las que luego te desdecías, cobarde, temerosa de haber dado mucho de ti en tus palabras. Y quisiera hablar contigo, hacerte saber que te sigo pensando, que necesito leerte, que necesito saber que me lees, aún, ahora, ya demasiado tarde, por que el tiempo se nos viene encima, y por que los puentes de comunicación los hemos quemado, destruido, fulminado.

Y me pregunto, al final de todo, al final de cuentas, si alguna vez sentiste algo por mi, de forma real. Me pregunto también, entonces, si hay algo que hubiera podido hacer para que estuvieras a mi lado. Contigo, con todo lo que eres, y con tu cuerpo, y ojos, y tu cinismo, sí, con todo y tus pecados absurdos e ilógicos. Sí, aquí, con todo ello. Hoy, mañana, la próxima semana, el próximo año, conmigo.

miércoles, 27 de julio de 2016

Pasé por enfrente de tu piso.

Cuando, la primera vez por casualidad, y la segunda por melancolía, pasé por enfrente de tu piso, sentí un hondo silencio alrededor. Como si las autos y sus motores dejaran de silbar, de lanzar susurros metálicos y agudos. Como si la gente dejara de hablar en voz alta, callando, aguardando, por que era un suceso importante el que yo pasara por enfrente de donde vivías. Como si las aves se guardaran sus cantos, como si los perros sostuvieran sus ladridos, y las abejas detuvieran su vuelo, sentándose en alguna flor cualquiera.

Pero el mayor silencio estaba en mí, por supuesto. Mis ideas del instante se deshacían, se desmoronaban, perdían forma, se diluían en el aire que rodea el edificio de tu anterior piso. Mi mente, mi boca, mi todo, nos callábamos. Allí, entonces, podía apreciar la fachada, los letreros de los lados, el estudio fotográfico cercano.

Y podía entonces, de forma muy natural y obvia, imaginarnos, allí, a ti y a mi, hace un año, cuando todavía se tocaban nuestros labios, cuando, al menos así me lo parecía, se tocaron también, apenas en un instante, un muy corto momento, nuestros sueños.

lunes, 25 de julio de 2016

Llega de pronto, de golpe, y no se siente dolor

A veces uno se ve sacudido, sorpresivamente, inesperadamente, por algún sentimiento o algún recuerdo. Un hubiera-sido, un qué-tal-qué. Llega de pronto, de golpe, y no se siente dolor. Sólo se siente uno raro. Como si alguna idea fuera implantada de pronto en la mente, cambiándole todo el mundo. O como si le quitasen a uno un dogma, de tajo, sin tiempo para reaccionar, para adaptarse.

Y así me pasa a mí. Me sacudo por dos coincidencias que me acontecieron apenas hace unos días, tan peculiares en su sabor, que me parece que no lo son del todo. Sí, coincidencias que parecen fabricadas, que parecen buscadas, forzadas, y que dejan el aire enrarecido, si bien no pesado, ni molesto, sólo, diferente. Como si el cielo se tornara morado claro, sin que uno pueda sentirse ensombrecido, como si así hubiera sido así, siempre.

Y así es como veo que aquello que, en el fondo, me negaba a aceptar finalmente pasa. No ahora, pero pronto. En algunas semanas. Y eso es todo. Mi cielo ya no es azul. Y, cosa extrañísima, no se siente malo del todo.

domingo, 17 de julio de 2016

Me confesaste un día

Me confesaste un día que tuviste un trio con dos hombres, querida mía. Me lo dijiste casi riendo, queriendo provocarme, y te arranque algunos cuantos detalles a cuenta gotas, por que te resultaba más fácil incitarme con ello, que ahondar en esa experiencia. Apenas pude saber que había pasado casi sin querer, por que no te acababas de decidir entre cuál de los dos tomar. Que había durado más horas de lo que hubieras esperado, muy borracha, y que al terminar, finalmente dormiste completamente sola, en la cama.

Y no me puedo arrancar esa visión, que, por cierto, ha cambiado de colores en mí, conforme han pasados estos meses. Primero me resulto un cuento erótico, quizás inventado, quizás exagerado, que me excitaba en lo más hondo de mi sexualidad. Me provocaba, me hacía imaginarme escenas parecidas contigo, quizás en algún variante, que no te acababa de convencer, por cierto. 

Luego, empero, paso ello a ser un recuerdo doloroso, de algo que aconteció mientras yo no estaba en tu vida, de lo que sólo me llegó apenas un eco muy distante, un murmullo demasiado imperfecto, de algo que no pude evitar en lo absoluto. La forma en que te tocaron aquella noche, en la que te besaron, en la que te desvistieron, todo me causaba amargos, hirientes celos, y me sentí impotente, de todo lo que gozaste aquella noche, de la forma en la que alguien más, que algunos más, te lo hicieron.

Ahora, ya en mi resignación, sin ti, sin tu cuerpo, sin tus palabras, sin contacto entre nosotros, sólo me queda la imagen de eso, que quizás sucedió más de una vez, y que no pude tener contigo. Y es sólo eso ahora: una imagen, con ligeros tintes eróticos, y con otros que la tiñen de suave, triste melancolía. Y todo, mientras poco a poco te me vas de las manos, del recuerdo, de la vida.

viernes, 15 de julio de 2016

A veces los fines de ciclo resultan más dolorosos de lo que uno se espera

A veces los fines de ciclo resultan más dolorosos de lo que uno se espera. Quizás la forma a veces no ayuda mucho en ello, cuando llega, por ejemplo, de golpe, con palabras que se sienten como azotes, como golpes en la cara dados con ladrillos de hierro.

Se siente doloroso, incluso cuando el fin estaba ya anunciado, ya se vislumbraba. Cuando uno se decía preparado, cuando uno quería convencerse de que todo estaba dicho, de que todo había llegado, en efecto a su fin.

Pero no fue hasta que el fin efectivamente llegó, que uno lo siente. Antes, era apenas como un fantasma, una leyenda, una historia de niños. Y un día se convierte en plana, absoluta, dolorosa verdad.

miércoles, 13 de julio de 2016

Me he resignado como ya otras veces.

Y sí: te vas a casar. Me he resignado como ya otras veces. He entendido ya que lo que fue, no lo es más, y que quizás nunca existió, en realidad. Que no hay futuro posible, ni potencial siquiera. Que nosotros, la suma nuestra, no fue más que una proyección, una esperanza, una tragicómica mentira.

Pero eso que ya no es, que nunca fue, al, irrisoriamente, acabar por desaparecer, por mostrar que nunca estuvo, me deja un espacio vacío, en alguna parte de mi, con algunos segundos perdidos en mi día, con energías que no están ya. Mi tiempo perdido, mi esperanza arrebatada por la nada.

Sólo me queda en la mente la imagen de tu boda con aquel francés, en un día nublado, con tu sonrisa forzada, y su alegría infinita e infantil, en cambio. Y de mí mismo, no sé por qué, esperando el tren de vuelta, en alguna estación regional, en el norte de Polonia, en un día soleado con un delicioso aire que refresca la piel, y yo, sin poderme alegrar con tanta dicha en este verano tan raro.

lunes, 11 de julio de 2016

Debería escribir sobre ti. O no.

Debería escribir sobre ti, sobre quien más me pesa en los hombros y en mis pesadillas, y que lo hará, por todo el resto del año, o sobre alguien más, para distraerme y no pensarte tanto?

Si escribo una historia, pendiente, en algún borrador, como tantas que tengo en el tintero, esperando pacientemente por mi, quizás pueda dejarte ir un poco, un poco más. Pueda dejar de recordarte, con esos ojos grandes, tan lindos, tan azules, tan mentirosos, tan manipuladores. Y pueda más bien concentrarme en algún amor roto por la muerte, en algún idilio cuyo pináculo sexual no se alcanzó, estrellándose, o alguna historia de revancha moral, acontecida años después, inesperadamente, después de que un par de corazones se laceraron sin querer, queriéndolo.

Si escribo una historia, impulsivamente, sobre ti, como tantas que me vienen a la mente, contigo, quizás pueda enfocarme en lo que siento en estos días, en estas tardes que, tan cálidas, tan llenas de sol, en vez de alegrarme, me asfixian con su presión para animarme. Podría entonces entender que no me quisiste nunca, que tus miedos y tus confesiones y tus esperanzas eran sólo líneas de un personaje que escribiste, para mí, para mantenerme interesado, y que nunca pensaste en lo absoluto en dejar a tu prometido, por mi.


martes, 5 de julio de 2016

Hay vacíos que aparecen de pronto

Hay vacíos que aparecen de pronto. Un día, así, casi sin más, le falta un pilar a mi edificio. Siento que algo hace falta en mi habitación. Siento que, al caminar por mi piso, hay algo que falta en el escenario, y no acabo a decir qué.

Me voy a un café, y me siento melancólico, por que me falta algo, allí, al lado. Y en las mañanas y en las noches me falta algo. En los silencios, en la calma, incluso hay algo que me hace falta.

Y no puedo alcanzar a evocar su nombre siquiera, con el miedo de acabar lastimado al recordar qué es eso que me falta.

miércoles, 22 de junio de 2016

Detesto los trenes.

Detesto los trenes. Me recuerdan mi viaje, ese, tan horroroso, que hice a Varsovia, llegando de la deliciosa Riga. Es que hacía demasiado calor aquellos días, y yo me asfixiaba. Me indigesté y no podía conseguir el medicamento que me recetaron, y corría, con la cabeza doliéndome, como una gallina loca, por las calles que parecían querer evaporarse.

Por que tomé el tren de Varsovia a Gdansk, sí, a las ocho y media de la mañana, poco más o menos. Sí, recuerdo el tren, que era cómodo. Pero de qué me servía una travesía tranquila, si, recuerdo con dolor, que me ignoraste cuando te mandé una foto de tu pueblo, al cruzar? Y que, al llegar, sintiera que, quizás, no vendrías al final a verme?

Por que, cuando, al cabo, no llegaste, y pasé una noche terrible la noche en que, se suponía, estarías conmigo, tuve que escapar súbitamente de Gdansk, dejando mi piso, pagado, como estaba, hacia otra ciudad. Por que ese viaje fue doloroso, por que tenía el ego pero también las esperanzas sacudidas, quebradas. Por que se sentía más denso el aire, que ya estaba muy caliente en el tren, y por que ni siquiera, como bálsamo, pude obtener un asiento, y me dolían las piernas y las sienes y la dignidad y todo mi ser?

Por que, me parece, que una parte de mí se evaporó por entonces, en ese tren horrible, ruidoso, con aire viciado, con tus palabras que sólo eran eso.

viernes, 17 de junio de 2016

Me imagino a cada instante lo peor

Me imagino a cada instante lo peor. Me imagino que tienes un nuevo amante, que te conseguiste ayer,  recién conocido, en algún bar, cuando estabas de viaje en Berlín. O que nunca me quisiste, en todo este tiempo que duró nuestro affair. Me imagino que yo te distraía de algo más, de alguien más, de algo que realmente te preocupaba, de una tentación a la que te resultaba difícil deshacerte.

Que quizás algún ex novio del pasado regresó, a quien adorabas con gran ardor, y que se había ido a Marruecos, o a Nueva Zelandia, y que acaba de volver. Que finalmente alguien de quien estabas enamorada hace tiempo, en silencio, se ha divorciado, de esa esposa que te lo arrebató, de esa esposa que siempre te estorbó, desde que lo conociste, con gran impotencia y frustración.

Me imagino tantas cosas, en silencio, en tu ausencia, lastimándome a cada minuto, masoquista involuntario. Por que, querida, ese es el poder de la incertidumbre.

Lo que me une a ti

Me digo que quizás es más vacío y soledad mío lo que me une a ti. Por que despierto en un día nublado, húmedo, como el de hoy, y siento que me faltas, aunque nunca te tuve por completo. Por que durante la mañana reviso mis asuntos, mis tareas, mis planes. Y no dejo de pensar en ti.

El silencio lo llenas tú. Mis dudas están hechas de ti. Mis tristezas llevan tu rostro. Salvo, quizás, son las noches en las que no me haces tanta falta. Por que te intento reemplazar en, incluso, una plática en algún pub, con alguna otra como tú, que, ante todo, debe ser diferente a ti. Debe ser rubia, y debe tener la nariz pequeña, y debe tener piernas delgadas, muy delgadas. Debe sonreír al principio de nuestra conversación, relajada, sin más. Quizás incluso un poco tonta. Quizás algo infantil.

Por que, si alguien me recuerda a ti, incluso en alguna pequeña cosa, en el color de cabello preciso, en la forma del rostro, en tu cinismo, desfallezco. Siempre.

jueves, 16 de junio de 2016

Dime. Me pregunto.

Dime de qué puedo llenar mi vida y su doloroso silencio sin tus cínicas palabras. Dime en qué forma puedo vencer a esta soledad, que estaba en mí antes de que llegarás, y que, con tu partir, se ahonda aún más, como doce dagas, en mis pulmones, en el estómago. Dime cómo podré abrirme paso en la vida, concentrarme en mis actividades, motivándome, sin ti, sin tu atención, sin tu apego.

Me pregunto cómo puedo deshacerme de su imagen, a veces tan contradictoria. De la necesidad imperiosa que tengo de ella. De ese vacío que dejó, que yo pensaba, sería varias veces menor. Me pregunto cómo entender, más que aceptar, que nada queda ya, que todo se acabó, y que las esperanzas todas fueron inútiles, inservibles, quizás desde el principio.

Cómo preguntarle qué hacer, a ella, tan ambigua, ahora que se ha ido, sin más, absolutamente.

miércoles, 15 de junio de 2016

Víctima

Te das cuenta de que estás tan, tan acostumbrado a jugar a ser la víctima, que has perdido noción de ello. Hablas, y dices, y criticas. Para ti, tus juicios, ideas y teorías son estrictamente racionales. Pero, para los demás, es claro que hay un tinte de víctima, en todas y cada una. 

Como si fueran ecos, escuchas el por qué. Te sacude. Te das cuenta. Sientes vergüenza, por que, de pronto, sí, allí está ese tono lastimero que no te dabas cuenta que te imponías.

Pero es más: cuando recuerdas tus tragedias, tus traumas, te das cuenta de que has dejado de lado, ignorado, olvidado a propósito, las partes en las que fuiste o un villano, o en las que te fuiste víctima propiciatoria, casi deseándolo. No, es más: te parece, horrible, que tú misma creabas ese papel para ti: el de la víctima, del sufrido, el del que se entrega a la ejecución, incluso si tenías todo para revelarte, para volverte el victimario, el villano, el verdugo.

sábado, 11 de junio de 2016

Te sentías culpable

Sueño con verte de nuevo, en algún pasado que me parece reciente, pero que no lo es tanto así. Y te recuerdo, vestida por completo de negro, como si intentaras añadirle seriedad a tu persona, que es, en realidad, sensible, tímida, aunque a veces nerviosa, y demasiado emocional.

Te imagino cuando huyes de mí: has dejado, de pronto, de verme, de prestarme atención, de acudir a mí, para un café, para una cerveza, o para comer juntos. Pareces huir a propósito. Pareces querer verme, pero siempre hay algo que te surge a cada instante. Cancelas, pospones, vuelves a posponer.

Eso me causa molestia primero, y después, fastidio, coraje, impotencia. Me parece que juegas conmigo. Me parece que no me tomas en serio, y que, es más, soy un payaso. Me parece que ruego por tu tiempo, que tengo que convencerte de verme.

Y al final, eso nos causa el distanciamiento que provoco que no pasara gran cosa importante entre nosotros. Pero recuerdo, también, no sin nostalgia, que me dijeras, tiempo después, ya alejados de este asunto nuestro, que huías de mi por que te sentías culpable. Por que no podías verme, por que sentías algo, más que una simple cosa, al verme. Por que te sentías culpable de emocionarte al verme, a pesar de tener un novio a quien ya no querías como antes.

Y lo peor, es, en realidad, que nunca pude creerte, por mucho que quisiera hacerlo.

jueves, 9 de junio de 2016

Hay una chica al otro lado del café

Hay una chica del otro lado del café, en una mesa que queda casi enfrenta de la mía. Veo que sus ojos café claro, grandes, se clavan en mi. Sólo eso veo de ella, en ella. Y no sé si es curiosidad, o si nos conocemos y yo no la recuerdo, o si sencillamente le gusto. 

Y me imagino entonces hablándole, suavemente, en primera instancia, y cínicamente en la segunda, carismático. Viéndola a los ojos, soltándole bromas, y de pronto, algunos piropos, coqueteos deslizados casi, casi sin querer.  Y después todo, todo eso, todo lo demás.

Me la imagino como aquella que tuve en el mediterráneo. Linda, atenta, que dijo que le dije todo lo que ella quería escuchar, todo en el momento adecuado, y tanto, que parecía que lo tenía yo todo estudiado, a ella toda estudiada. 

Y finalmente, la nada. El vacío, el olvido que se deja caer. Por que no fue más que un objeto de olvido, de placer momentáneo. Hedonismo demasiado efímero. Por que, egoísta, preferí a arrastrar a alguien, indirectamente, a mi amargura, que enfrentarla yo solo.

La chica de enfrente, mientras tanto, se pone de pie. Y la miro, pensando que nunca más la volveré a ver, no, en una ciudad como Praga. Tiene buena figura. Y parece tímida, pese a todo. La veo, esperando el contacto de sus ojos, para sonreírle antes de que se vaya. 

viernes, 22 de abril de 2016

La primavera ha llegado.

La vista en el viaje en tren es encantadora: resplandece el verde, azuzado por la tenue luz del sol de la primavera. Los árboles se alzan en filas, como pacíficos soldados, como dulces servidores, como tranquilos guardianes de esta calma campestre. Casi puedo oler su tibio aroma. Y a veces se observan vacas, ganado, pequeñas casas, o pequeñas granjas con utensilios olvidados en el césped. Y a veces, también, personas que parecen arar, o estar revisando los cultivos, o incluso, a veces, observando el camino, las vías, como si esperaran a alguien, que viene en un tren, detrás del nuestro.

Es deliciosa, claro, esta calma. Usualmente. Sí, porque este clima de primavera, finalmente dejando atrás, lentamente, el frío y los vientos de invierno, le deberían poner a uno de excelente humor. Y todo mundo está de excelente humor. Todo evoca alegría, fiestas, noches iluminadas, y tiempos de placer.

Pero no para mí. Yo viajo con el pensamiento sacudido, agitadísimo. Tengo la mente atolondrada por momentos, perdida, sin poder hilar pensamiento alguno. Tengo la mente, en otro instante, llena de sangre, llena de impulsos, de pensamientos involuntarios provocados por los celos, por la paranoia, por la frustración, por la negatividad. Siento que hiervo. Y me consumo en medio segundo, o dos. Y después me sumo en la tristeza, en la profunda negatividad, tremendamente negativo. fatalista. 


Y de nuevo se repito en mi el ciclo, mientras, los demás, sonríen, por que la primavera ha llegado ya.

domingo, 17 de abril de 2016

Por que eres y no.

Amanezco algo tarde, en un domingo más bien gris, y me doy inmediata cuenta de que me siento muy triste y melancólico. Involuntario, por supuesto. Me pregunto por qué por un segundo, y al siguiente, te recuerdo. Claro, estoy triste debido a que me lacera pensar en ti, incluso cuando no pienso en ti.

Mi problema es que no eres algo que pueda dejar ir: eres un recuerdo que sigue y sigue existiendo, porque no te acabas de ir de mi vida. Por que a veces parece que quizás vienes conmigo, y a veces que te vas finalmente. Sí pero no. 

A veces me digo que sólo juegas conmigo. Eso me haría las cosas más fáciles: te echaría la culpa a ti por mentirme, a mi por tonto, y ya está. Nada de dramas, nada de esperanzas, nada de melancolías, de tardes tristes. Nada de esperas, de días en silencio repentino, de incertidumbres. Se resolvería todo nuestro asunto, sí, con cierta amargura, no te lo niego, pero al menos el ciclo se cerraría finalmente. Y cada quien a su vida común y tan cotidiana, a lo de siempre, con eventual calma.

Pero no es así, por que me quieres pero no me quieres, por que te gustan mis besos y no, porque te gusta mi personalidad pero te da miedo. Por que te gusta el riesgo pero te da miedo venir conmigo. Por que no te atreves a dejar a ese otro, y a esa relación insatisfactoria pero a la que estás tan, tan acostumbrada. Por que escuchas demasiado a tu madre, y por que escuchas demasiado a tus amigas también. Y al cabo, por que me dices que complico tu vida pero no me dejas irme de ella.


Por que eres y no. Por que no acabas de acabar.

jueves, 31 de marzo de 2016

Si no la quisiera podríamos estar juntos

Acepto y me resigno al darme cuenta de su indecisión crónica. Así siempre fue, quizás así siempre será. Quizás. Tal vez no. Es posible que, en una relación saludable, respetuosa, balanceada, ella no esté siempre perdida en las posibilidades.

Pero no me viene bien la impulsividad sexual recién descubierta. Esa que hace que ella, cuando se siente triste, en vez de tomarse una copa de Jack Daniels, se tome a un hombre deseoso, como los somos casi todos, en cualquier bar en la oscuridad. 

Me lastima, me duele. Me hace pensar que en cada desencanto, en cada discusión, en cada punto en el que no convergemos, ella se sentirá mal. Pero a diferencia mía, no saldrá a caminar, no se irá con amistades a tomar un vino o unas cervezas. Sencillamente irá al bar de su preferencia, y se tomará a un nuevo amante. Qué importa que tenga dos o tres, ya? Lo importante es el sexo nuevo, el que le aleja por completo de sus problemas actuales.

Me preocupa, me lastima, me asfixia. Me hace darme cuenta de que no somos el uno para el otro. Si no la quisiera, entonces sí, podríamos estar juntos. Supongo.

lunes, 1 de febrero de 2016

Y de qué me sirve

Y me siento entonces en un restaurante que me recomendaron, uno muy bonito, con mucha variedad de platillos, con un renombrado chef, con un menú con altos precios, pero, según me dicen, todo excelente. La iluminación es excelente, el decorado exquisito. La mesera es bellísimas, delgada, castaña clara, con ojos felinos, de amable, coqueta sonrisa.

Después de haber pedido, con apatía involuntaria, un salmón con papas al horno y ensalada, trato de leer la novela que acabo de adquirir, lo último de Milan Kundera. Abro muchos los ojos, de pronto, como si me hubiesen acabado de clavar una aguja en la pierna, la piel siento abierta, y después se me sale un suspiro que tiene la fuerza de un gran bostezo. Como con mucha distracción, con hambre, como una necesidad meramente fisiológica, sin mucho deseo. No me termino el salmon, ni las papas, ni la ensalada. Pago con mi tarjeta negra, y salgo viendo el piso, con la mente perdida.

Y es que me ha llegado tu recuerdo, nuestro recuerdo, ése, del año pasado, y con él, los momentos más dolorosos de mis expectativas, y también los de mi ego lastimado, iracundo en algunos momentos, y también heridas que se me abrieron, que me sangraron, cuando pasó aquello, todo aquello. Y al pasar eso, dejo de disfrutar, dejo de apreciarlo todo. No soy más que sensible al dolor, a la amargura, a la decepción, a la melancolía que lastima, a los anhelos frustrados que tanto laceran mis adentros. 

Casi puedo sentir, en este frío de fines de invierno, el aroma del mar, de la arena, del norte, en el verano, con ese sol tan poderoso, ese calor tan inusual en Europa, y mi soledad, y todo lo que yo era roto, un juguete tan solo. 

Y de qué me sirve, me pregunto en este instante, todo esto que tengo y hago y poseo y puedo hacer cuando me invade tu imagen, tontamente, estúpidamente, sin que yo lo desee, cuando el más pequeño detalle aquí y allá me hace pensarte tanto?

martes, 26 de enero de 2016

Qué es lo que hay realmente en ti?

Pero, a pesar de todo, y al final del día, qué es lo que realmente hay en ti? Es que sencillamente le adoras y le amas, sin duda alguna de por medio, pero hay una parte tuya que transpira la lujuria inconteniblemente, que te hace tan débil a pecar, y ello te hace desear y engañar, aunque tras los placeres vengan los remordimientos y la culpa? Es que sencillamente le amas, pero piensas que, una vez los dos unidos para siempre y por siempre y hasta que la muerte los separe, nunca más podrás siquiera disfrutar el mero toque de los labios de otros hombres?

Dime, querida, qué es lo que pasa verdaderamente en ti, y cuéntamelo con detalle. Dime si acaso ya no lo quieres, y lo has dejado de querer hace ya un año o poco más, pero que sigues con él, porque quizás, yo no lo sé, su familia es rica, o alguno de sus familiares tiene buenas conexiones. O quizás cuéntame que él se ha hecho rico últimamente, que ha obtenido un excelente empleo, que está subiendo como la espuma en la jerarquía de la empresa, y no quieres desprenderte de todo ello, simplemente pragmática, meramente económico el asunto.

O es que, quizás, querida, ya no le quieres, ya no le adoras, pero te sientes más grande a su lado, por asociación, porque todos los que te importan parecen venerarle y verle como un Prometeo, y que hay traído lo mejor de su país a tu pequeña ciudad. Es que quizás es tanta el deseo que arranca en tus amigas de toda la vida, es tanta la admiración de tu familia por él, y son tantas las evocaciones que causa su patria entre los amigos de tus amigos, que sientas que tendrás un menor valor ante todo este público si acaso lo perdieras?

Qué sé yo: probablemente, en realidad, te queda claro que no le quieres, que no lo amas, pero estás tan perdida en tu miedo a estar sola, y te da tanto miedo el separarte y que ello haga que se resquebraje tu vida, porque todos se divierten ante su presencia, mientras tú le detestas, y porque tus papás lo adoran, y su familia te adora también. Tal vez porque estás acostumbrada a sus defectos y a sus berrinches, y porque no te imaginas sentirte desolada de nuevo, como las veces anteriores, cuando separación te llega. Porque sientes que, con lo que representa el tiempo juntos, echarlo de ti sería tirar a la basura años completos de esperanzas y de sueños y de dolores pacientemente, inútilmente soportados.

No sé. A veces me imagino que, sencillamente, es la inercia de la vida, la inercia de la idea de estar con alguien, de estar con él, enamorada de la idea de casarse en sí, y vivir con alguien y tener, más que crear, una vida juntos y comprar un piso entre los dos, y viajar un poco a veces, y tener a alguien a tu lado con quien no construir, sino tener, una familia, y que sea él alguien que sea meramente un compañero ameno en tu camino?

Y a veces, sencillamente pienso que no tengo la menor jodida idea de qué pasa en ti. A veces, creo, sencillamente, que no te conozco, y que me muestras una versión ridículamente falsa de ti, y que eres otra en verdad. A veces creo que ni eres blanca, ni eres negra, si eres una santa, ni un demonio. Ni eres una mártir, como tampoco juegas al verdugo. A veces pienso que sencillamente te desconozco absolutamente.