jueves, 13 de abril de 2017

Me pregunto si estoy listo

Me pregunto si estoy listo para aceptar que, quizás, esto no va a ninguna parte. No a aceptar que te mientes a ti misma, que intentas encauzar los sueños de tu madre y tus amigas. No aceptar que la comodidad y el pseudo prestigio de una boda de ensueño te alejen de una triste realidad. No: sencillamente aceptar que de alguna forma eres feliz, o que al menos, de alguna forma, ya no importo en tu vida.

Sabía, de alguna manera, que esto podría ser un camino complicado. Eso nunca lo reproché, al menos no a ti (aunque lo hice, te lo confieso, un par de veces, hacia mí mismo). Más de una vez me dijiste, hace tiempo ya, que "tú debes saber ya mi situación". 

Lo verdaderamente complicado sería aceptar que, a diferencia de tus palabras en el pasado, en las que me pedías que no me fuera, pidiéndomelo, esta vez, sencillamente, el pedirme que me vaya sea realmente eso, sin mensajes entre líneas, ocultos, presa del miedo.

Sencillamente, no sé si estoy preocupado para aceptar que un día, como hoy, como quizás uno en una o dos semanas, me digas que sencillamente me has dejado de necesitar - total, honestamente.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Me pregunto qué hay, si no estás tú

Y un día así, sin más, me pregunto qué hay, si no estás tú. Qué hay, en mi vida, en lo emocional, si tu cinismo ya no puede ser mío, ni tu confianza de mi propiedad, ni tus ojos mi espejo, ni tus piernas mi cobija. Y me pregunto qué hay, detrás de ti, si tu tiempo ya no es para mí, ni son tus revelaciones algo que pueda caer en mi alma. Me pregunto qué hay, detrás de ti, si te vas, inevitable, irremediablemente, como si acaso, de alguna manera, con lo último acontecido, no hubiera forma, ni esperanza, ni siquiera en un por ciento, de restablecer lo nuestro.

Y me respondo: hay la nada. Y no me mal entiendas: no es que mi vida sea un páramo sin ti, por que tengo mis experiencias, mis pasatiempos, mis aventuras, mis ambiciones. Tengo amigos de fiesta, y algunos otros amigos de toda mi confianza. Tengo todavía mi juventud, tengo todavía sueños que cumplir, retos que superar. Tengo libros por leer, películas por analizar, poemas por los qué llorar, canciones que escuchar con un vaso de ron o de tequila a mi lado. Tengo todavía mujeres a las que hacer el amor, o sencillamente darles mi cuerpo, y disfrutar el suyo algunas noches varias.

Pero, en lo emocional, en el corazón, en el alma, si te vas, de mi, no hay nada, allí. Por que te hice y te hiciste hacer, voluntaria o involuntariamente, un espacio en mi pecho, em tiempo, en mis esperanzas, en mi vida, y por que, ante ti, dejaron de existir las mujeres para mis ojos, aunque me gustaran muchísimas y algunas mucho más que tu.

Detrás de ti, si te vas, hay nada. Y, al mismo tiempo, en ese silencio, en ese espacio que parece tan inmenso, tan gris, hay una agridulce oportunidad de buscarme a alguien más a quien pueda querer.

martes, 25 de octubre de 2016

Si me preguntaras

Si me preguntaras, te diría que duele demasiado no tenerte. Pero eso ya lo sabes, y por eso no lo preguntas. En el menor de los casos, lo sospechas. Y sabes también, me imagino, que sufro por ti más en la mañana que en la noche, por que en la mañana me enfrente a la realidad, sin ti, cuando antes hablábamos a esa hora, y por que en la noche me distraigo, con otras, tanto como puedo.

Por que despertarme, y saber que no estás conmigo me hace sentir esa realidad innegable, lo intenso de mi soledad, lo hondo de tu ausencia, lo amargo de saber que estás con alguien más, que con alguien más intentas, lográndolo o no, la felicidad.

Despertar a veces es demasiado doloroso. Como hoy, en que me acuerdo de ti, y que siento, que tu silencio entra en mi, fríamente, de manera total, terrible, cortando, lastimándome, desgarrándome. Por que te vas, te alejas, más y más, sin retorno.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Sueño que beso a una mujer joven, que se parece a ti

Sueño que beso a una mujer joven, que se parece a ti. Sí, la he conocido hace poco, y aunque no tiene tu nariz grande, ni tus ojos grandes y azules, ni tus labios gruesos, me hace evocarte. Sí, por que tiene el cabello oscuro, y tiene tu misma estatura, y tiene un cuerpo delicioso como el tuyo: fuerte, atlético, con caderas amplias, espectaculares.

Sueño que la veo, la noche después de salir con ella, y que sus labios no se sienten bien. Sueño que me siento incómodo a su lado, con sus labios en los míos, en esa proximidad que ha aparecido de pronto, de la nada. Quisiera separarme de ella, pero siento que sería poco cortés, así que me quedo, allí a su lado, tan cerca, mientras pienso en tus besos.

Sí, no te tengo, pero incluso en mis sueños con otras te me apareces. Y es que, quizás, en el fondo es bastante lógico: me gusta ella tanto por que me hace recordarte. Y es lógico, entonces, que sus besos sean comparados con los tuyos, con lo que sentí en ese entonces. Ella no besa mal, no: sencillamente no es tú, tú, tú, tú.

Despierto, sencillamente, con ligera melancolía, que ha nacido allí, en mi sueño, en mi pesadilla de anoche, y el día gris me parece una natural extensión de mi mundo nocturno. Y reviso mis notas y veo un mensaje de tu parte que me dice: tú y yo no seremos ni siquiera amigos. Estoy feliz, así, sin ti, como nunca.

Lo único que me pregunto ahora -a diferencia de veces pasadas, en las que me preguntaba qué pasaba en ti, por qué esos cambios de humor, por que esas ideas contradictorias, esos deseos tan caóticos-, es, sencillamente, ésta: por qué causa verdadera me he enamorado de ti?

lunes, 22 de agosto de 2016

Soñé contigo de nuevo

Soñé contigo de nuevo, y te soñé en el pasado, en un pasado doloroso, por que en ese pasado aún no estabas casada. En ese pasado, estábamos ambos en el lugar de la recepción de tu boda, justo antes de que eso tuviera lugar. Yo corría, por allí, buscándote, intentando encontrarte, para evitar que te volvieras la esposa de alguien más.

Al fin, entre jardines, entre pequeños salones, entre gente que iba vestida para una fiesta magnífica, y a quienes no conozco ni deseaba conocer, me encontraba a su hermano. Sólo que su hermano parecía español, como siempre me imaginé a aquel a quien adorabas hace tiempo, a quien me dijiste que rompió to corazón luego de acostarse contigo innumerables veces. Me veía, sorprendido, reconociéndome, sin conocerme: aquel otro que te adora, aquel que no debería estar aquí, en este día de tu boda, para detenerla, para evitar que te cases con su hermano. 

Él me veía entonces, es silencio, y con gran asombro, y también con algo de confusión, sin saber a ciencia cierta qué hacer, cómo proceder frente a mi. Yo me perdía también en ese silencio, y el que yo no pudiera moverme, debido a estar frente a él, rodeado de su silencio, frente a su traje negro, perfectamente planchado, y me quedaba atado a su lado, a su autoridad.

De pronto, aparecías, con prisa, atrás de él, con tu vestido blanco. Cosa curiosa: no me causaba dolor verte vestida de blanco toda. Venías sonriendo, como si le hubieras dicho algo a alguien, a tu espalda, y ahora, al volver la cabeza, al verme, te quedabas pálida, sin saber que decir, incluso sin cerrar la boca. Al vernos, sabíamos que lo nuestro seguía existiendo, y sabías que yo había venido explícitamente a robarte de su lado, de su mundo, para estar conmigo.

Y desperté entonces, a las diez de la mañana, en Poznan, solo, cuatro días después, un simple Lunes, y no pude evitar sentir el estómago ardiendo al recordar que, querida mía, te has casado ya.

jueves, 18 de agosto de 2016

Mi resignación

Me enfrento, finalmente, definitivamente, a no tenerte. La resignación se siente finalmente verdadera, casi la siente cortándome, hundiéndose, como multitud de cuchillos, debajo de mi piel, en mi pecho, en el estómago. Duele de una forma que no me imaginaba: no es la intensidad absurda y desmesurada de lo súbito, sino la que lo hace a uno callar, a llorar en silencio, a lamentarse en la nada.

Recuerdo aquel amargo día, aquel viernes, en que me di cuenta, al lado del mar, en pleno calor veraniego, que te idolatraba más de lo que esperaba. Y el recordarlo, que es algo involuntario, ya no quema de forma caliente, como antes, sino de manera fría. Es sentir que nada tiene sentido, que quizás nada nunca lo tuvo. Que he vivido en la nada, en un sueño que ni siquiera en sí mismo, como mera fantasía, existió. Que mis verdugos, quienes que castigaban, eran imaginarios, y que, si alguien me hubiese visto en ese tormento, al verme, siendo golpeado, pensaría que soy un esquizofrénico.

Pero sé que el dolor fue real, al menos, sí. Y recuerdo entonces ese vacío posterior a darme cuenta de que te idolatraba, que era un vacío de esos que lo ahogan a uno, que lo asfixian, que no le dejan pensar, ni respirar, ni hilar ideas. Siente uno que el peso es tan grande que, se uno se tiene que agachar, apenas pudiendo sostenerse. Se siente el silencio más vacío que de costumbre, y que la soledad lo domina todo. Que la alegría ha sido desterrada de todo y absolutamente todas las cosas. Que la melancolía, una muy honda, una que casi quema, se ha venido a plantar en uno, sin darle a uno descanso, no, nunca, jamás.

Por instantes, no puedo evitar pensar, aún con una pequeña pizca de dulzura, aunque con más pena, en lo que pudo haber sido de nosotros. Me pregunto qué habría sido de mi vida, si hubieras venido conmigo, a Wroclaw. Si me hubieras dejado amarte. Si me hubieras dejado tenerte por completo. Me pregunto si habrías sido capaz, al final de todo, de comunicarme todo lo que eres, de lo que tanto huyes de ti misma. Y en ese sentido, me pregunto si al final de la historia comencé a fastidiarte, a aburrirte, a hacerte perder la paciencia. Es una pregunta sin sentido, por que, al final de cuentas, acabas de casarte. Y para alguien como yo, eso pesa demasiado. Demasiado, demasiado, si.

Una parte de mí se imagina cómo será en este momento tu recepción. Sabes, imaginarme cómo te verás, en vivo, con ese vestido de novia que me mostraste en una foto. Veo, en el reporte del tiempo, que estará lloviendo en Gdansk, que hará mucho viento. Pero me imagino a toda la gente, inundando de acento parisino todo el jardín, las terrazas de algún lugar en donde te casas. Todos estarán bien perfumados, y tu madre se sentirá en la Luna, casi como si ella fuera la que se pudiera casar con un francés (un sueño reprimido, siempre pensé). Todo verde, y tú alegre, quizás no por él, sino por haber cumplido tu sueño, ese, tan polaco, tan obsesivo, de casarte - por ti, no por la relación, no por el amor. Por tu necedad, por tu cobardía, por tu miedo a ser herida, a ser defraudada, a que tu madre te quite, por siempre, de manera total, su aprobación.

Sabes? Intentaré levantarme, pero no será fácil. He venido intentando resignarme por tanto tiempo, sin poder hacerlo del todo. Te lo he dicho ya: Llevo tanto tiempo intentando dejarte atrás, sin poder hacerlo. Y me duele cada intento, por cierto. El que recuerde cosas de ti, de tus viajes con él a Serbia, de tus viajes sola a Holanda, de tu amante, de tus trios, de tu cinismo, de esa pequeña vulnerabilidad que te atreviste a exponer, todo ello, te lo juro, viene a mi, en pequeñas dosis de involuntarios impulsos, recuerdos, evocaciones, como agujas, dolorosas, frías y muy puntiagudas.

Carajo: no puedo evitar pensar, en este momento, en los restaurantes que nos gustaban, en tu calle, en donde vivías en Poznan, sola, gris como el cielo, y el murmullo que suena a nostalgia.

De pronto, siento que una emoción que estaba en alguna parte de mí, reprimida, enjaulada, atrapada, empieza a fluir de pronto. Y lloro por dentro, querida, te lo juro que lloro. Me desgarran estas lágrimas, que no sé si son de sangre, o de qué carajos. E imagino lo que fue, todo lo que paso en cuanto me empece a enamorar de ti, todo lo que esperaba, todo lo que pudo haber sido -tanto!-. Aunque tu estás en este momento en la iglesia, o en la recepción, con tu gorda familia francesa, yo sólo veo los lugares en donde estuvimos, en donde nos besamos, en donde pasó todo. Me imagino esa puta lluvia bajo la que te seguí, bajo la cual te pregunté si jugabas conmigo, con ese silencio que nos envolvía cuando nos besamos brutalmente, culpablemente, afuera de tu piso.

De pronto, me observo: ya no gimo, sólo lágrimas, sangre, sangre del alma, recuerdos, frustraciones, todo sale de mí, en río, en un río ancho, caliente, que quema, que duele, que araña casi al ser arrancado. Querida mía, por que yo estaba enamorado de ti, como pocas putas veces lo estuve, por que realmente te adoraba, desde hace mucho, desde meses antes de que, al final, tan cobarde, decidiera, al cabo, decírtelo.

Y ahora, querida mía, te me vas. Y es para siempre.

Ya te has ido. Te acabas de ir. Señora francesa.


viernes, 5 de agosto de 2016

Y me doy cuenta de que te sigo extrañando

Y alguna vez dejo de salir de fiesta, de beber vodka, de cervezas stout, de hablar con chicas guapas, divertidas, en los clubes, o en los pubs, y de coquetearles, de pasear con ellas hablando de trivialidades, de besarlas jugando, de tener pequeñas aventuras a su lado. Y me doy cuenta en un instante, de que te sigo extrañando, sí, yo, que pensaba que ya estaba separado de tu recuerdo, de la imagen tuya, de la idea de tenerte conmigo, toda la vida.

Por que cuando deseo estar con alguien, de manera intensa, en la sensualidad corporal, sólo te imagino, en verdad, a ti. Recuerdo tus besos que me poseían, recuerdo tu cuello que me invitaba a devorarlo, y tus ojos grandes expresivos, llenos a la vez de curiosidad y de miedo. Recuerdo la suavidad de tu cuerpo, de tu piel deliciosa. Recuerdo también tus piernas fuertes y atléticas, tus caderas bien formadas, y la imagen tuya toda, tan erótica, sin trozos de ropa que me impidan verte tal cual eres, imperfecta pero perfecta para mi. Y en esa involuntaria evocación, tan efímera pero tan amarga, mis labios se separan de los a alguien más, al instante, sintiéndome fuera de sitio, deseoso sólo de ti, frustrado, decepcionado. Melancólico, querida.

Por que cuando estoy en las noches, volviendo a casa, luego de alguna noche de fiesta intensa, o tras alguna pequeña aventura, me acuerdo de ti, de pronto, de la nada, y recuerdo tus palabras, tu cinismo, tus juegos, tus provocaciones verbales, que nunca sabré si eran mentira, si eran juego. Quizás, pienso a veces, eran confesiones de las que luego te desdecías, cobarde, temerosa de haber dado mucho de ti en tus palabras. Y quisiera hablar contigo, hacerte saber que te sigo pensando, que necesito leerte, que necesito saber que me lees, aún, ahora, ya demasiado tarde, por que el tiempo se nos viene encima, y por que los puentes de comunicación los hemos quemado, destruido, fulminado.

Y me pregunto, al final de todo, al final de cuentas, si alguna vez sentiste algo por mi, de forma real. Me pregunto también, entonces, si hay algo que hubiera podido hacer para que estuvieras a mi lado. Contigo, con todo lo que eres, y con tu cuerpo, y ojos, y tu cinismo, sí, con todo y tus pecados absurdos e ilógicos. Sí, aquí, con todo ello. Hoy, mañana, la próxima semana, el próximo año, conmigo.