jueves, 30 de julio de 2015

Lees, por curiosidad tormentosa.

Lees entonces, por curiosidad tormentosa, por necedad y casi por paranoia, lo que un ex novio suyo redacta, tan cerca del sol, tan cerca de él con lo emocional: poesía barata, poesía adolescente, poesía mal encarnada, poesía pretenciosa pero que apela a ser una poesía urbana, y por tanto, casi como Coelho, es popular, mucho.

Te da asco. Aunque te da envidia que alguien lo intente, porque tú, tú, no tienes talento para la poesía. Ya. Sí, porque no te sale, y no lo intentas. Pero te confunde: esperarías que alguien que intenta, que no se rinde en escribir poesía, te inspire, te emocione en sus intentos que no dejan de claudicar. Mas, al mismo tiempo, su pretensión, las ganas de hacerse popular, de ver que pone demasiado de sí, demasiado, en sus intentos (Oscar Wilde se revolcaría en su tumba, poeta que te haces famoso de un corazón roto, o peor, un corazón que se inventa escenarios y se los cree en el escenario).


miércoles, 29 de julio de 2015

Y ahora qué?

Y ahora qué? Hoy no tuve mayores problemas en mi día, así que mi inconsciente empezó a fastidiarme con problemas del pasado, no olvidados, o acaso con problemas inexistentes, más bien improbables. Y ansiedad que llega, entonces, forzada, tan artificial, de forma tan idiota.

Y después, claro, en el trabajo la falta de respeto por el espacio personal. Eso sí es un verdadero problema, sobre todo cuando hiciste tu trabajo como siempre lo haces, terminando a eso de las diez de la noche, y habiendo dicho una vez que te vas, y luego les recuerdas que ya te fuiste, y les dices de nuevo que no estás, pero que puedes responder preguntas sencillas, te llaman por teléfono, ya a la una de la madrugada, de pronto, como si todo esto fuera una emergencia.

Y te preguntas porqué carajos: porque hay personas que tienen adicción a ser obsesivos con el control, porque su jefe respectivo les pone demasiado presión, o porque no controlan, sencillamente, el nerviosismo? Porqué no carajo enviarme un correo, diciéndome que por-favor-no-olvides-leer-esto-importante. No, no, no, no. Lo importante es llamarte, a la puta una y media de la puta madrugada, como si fuera una puta emergencia, así, de pronto, sin avisar, rompiéndote toda la puta calma que querías tener.

Luego te sientes culpable por tu supuesta falta de responsabilidad. No, en realidad no es eso: tienes miedo de haber sido demasiado honesto al ponerles un alto, y que se enojen y demás, y no sé qué cosas.

Y ahora que pensabas que solamente tenías que lidiar con tu propio nerviosismo y solamente con tu propio obsesión por el control y tu propia estúpida obsesión con la perfección, tan inalcanzable.

domingo, 26 de julio de 2015

Escuchas aquella canción

Escuchas esa canción, aquella que escuchaste por primera vez hace ya un año, cuando estabas de viaje, lejos, lejos de tu región usual de aventuras. La escuchas y te maravillas, como cada vez que la escuchas, por su complejidad, por la complejidad de su ejecución, por la intensidad de las emociones que conlleva: dolor, frustración, impotencia, tristeza, soledad, negación, y al final resignación, aceptación.

Es una ejecución maravillosa. Te maravillas, desde aquella vez que la escuchaste por vez primera, en cada ocasión en que puedes disfrutarla, si es que se puede eso decir. Te maravillas cada vez más, y sufres, al escucharla, cada vez menos. Sí, porque la primera vez que la escuchaste, más que desgarrarte el alma, tenía ya desgarrado el corazón, y esa canción te sirvió para darte cuenta de todo lo que pasaba en ti, eso que te quemaba por centro, que te llenaba de desesperación o poder expresa. Fue una revelación, dulce, como un oasis dentro de la amargura. Representó una ligera calma, como la que se siente, aún en el dolor, cuando un diente que tanto nos ha molestado es finalmente extraído.

Y ahora la escuchas de nuevo. Y recuerda que hace un año fue cuando la escuchaste por vez primera, sí. Hace un año ya. Hace un año, cuando estuviste en Alemania, y después en Irlanda, y después en Croacia. Y aunque usualmente ya casi no te causa dolor, esta vez el recuerdo de aquellos días cae sobre ti: primero suave, casi delicado, casi como un ligero aroma de sufrimiento. Después va creciendo, y sientes que te pica, que te molesta la piel, como un humo caliente, caliente. Te dejas llevar, porque caes en la cuenta de que parte de ese dolor estaba allí, dentro, guardado. 

Finalmente el dolor guardado, o parte de él, esa parte que no terminaste de exorcizar el año pasado, se estrella contra ti. Te duele, te lastima. Sientes que es una especie de veneno que llena tus venas, tus nervios, tus extremidades. Tu ceño se frunce hasta el límite, y las sienes te duelen, porque casi no pueden contener el dolor. Te duele la cabeza, y quieres gritar, y sientes también, al mismo tiempo, que te están pegando en el cráneo, con un bat de béisbol, aunque los golpes vienen de dentro.

Dura poco tiempo. Tras unos diez segundos se apaga todo, se apagan las luces, se esfuma el dolor, o su fantasma. Te sientes como cuando te sientes al despertarte, en la mañana, tras un sueño doloroso, terrible, tras una pesadilla, con la resaca de la amargura todavía envenenando tu frente, tu rostro.

Y te dices que ojalá, sólo ojalá, esta vez te hayas deshecho finalmente de todo, todo ese dolor que no sabías que aún había en ti.

sábado, 25 de julio de 2015

Sí le importaba demasiado el peso del pasaporte

Y qué si ella se diera cuenta de que sí le importa demasiado el peso del pasaporte, el apego a alguna nacionalidad específica?

Porque ella me lo dijo así, sin que yo se lo preguntara, cuando me dijo que todos sus novios habían sido de tal o cual región del mundo. "Pero no tengo apego específico a algún país o a algún pasaporte". Eso dijo, en mi piso, sentada, con las piernas cruzadas, bebiendo un poco de vino, moviendo los ojos de manera nerviosa por la estancia, fijándose en mí por momentos de dos o tres segundos.

Pero un día se da cuenta de que no es así, y de que para ella, como para muchas otras personas, especialmente las que no han viajado, o las que no han viajado lo suficiente, todo llega a ser una abstracción en los países, una abstracción demasiado rudimentaria, una abstracción tan simple que representa una falta de respeto a la inteligencia. Pero es así para ella, como lo eran los alemanes o los españoles para mí hace diez años.

Para ella, el que un hombre tenga un pasaporte de dónde se comen tales cosas, y se bebe tal licor, representa automáticamente un sex appeal dado porque sí, porque esas cosas y ese licor y ese país y esa cultura es la que sus padres adoran, porque estuvieron una vez allí, hace veinte años, para no volver más, añorándola, idealizándola, exagerando su encanto, olvidando toda forma de imperfección, los Campos Elíseos.

lunes, 20 de julio de 2015

Tu acompañante es gay

Cuando escucho que, muy enojada y decepcionada, dices con gran amargura que tu acompañante, que se acaba de ir, es gay -cuando yo, que lo conozco de vista, sé que no lo es, con todo y su esposa-, me doy cuenta de que el pobre compadre, ignorando que estabas dispuesta a darle todo, se ha ido, no queriendo mostrarse demasiado agresivo en lo sexual, demasiado hambriento, lobo, depredador.

Sonrío para mi, y te digo que no hay problema, así, bajito, súbitamente sensual, al oído, acercando muchísimo mis labios a tu oído izquierdo, casi besándolo. No hay problema porque hay otros hombres que, para una chica guapa como tú, estarían dispuestos a bailar, a divertirse, a platicar. Me dices, y yo no sé porqué, con tus ojos verdes expresivos y felinos, y con tus rasgos delicados, que no lo crees, que no. Te sonrío, como para mandarte a callar, tomándote entonces por la cintura, ante tu inicial sorpresa, para mostrar una pequeña, involuntaria sonrisa, que fallidamente intentas esconder al instante, cuando casi paso mi mano derecha por tus nalgas, bajando, bajándola. Y aprovecho para pegarme por completo a ti, a tu cuerpo, para sentir tu aliento, para acercar mi rostro por completo al tuyo, casi para besarte, detenerme enfrente tuyo, sonreír, y voltearme, aún sin soltarte, provocándote.

Sí, bailamos bastante, bastante cachondo, o tan cachondo como podemos, un poco borrachos. Y después, casualidad o no, abres los ojos, y como dos pozos se abren, hondos, tan hondos que casi me parece que todo el mundo allí, entre la ligera oscuridad multicolor, puede leer hasta lo más recóndito de tu sorpresa: porque me dices, como si estuvieras idiotizada, que allí, al lado, está tu ex novio. Me sueltas, y te vas con él, sorprendida, enojada, y sonrío, preguntándome qué irás a hacer.

Me voy, bailo con otra chica, a la que ahora ya no recuerdo en absoluto, y después, cuando estoy a punto de ir a la barra, algunos minutos después, para tomarme una cerveza, te me acercas, enojada pero resignada, diciéndome que sí, que allí estaba tu novio, un chico español, que es un gilipollas. Te quedas callada, a mi lado, y yo siento en ese instante un poco de placer erótico al verte así, sorprendida, insatisfecha, llena de molestia. Quizás porque te imagino, así enojada, desnuda, dándote palmadas en la piel enrojecida, cabello sujetado, ojos cerrados, sexo violento, sexo en medio de una tormenta emocional. Y me dices que vayamos por un trago, que lo necesitas.

Tomamos un poco más, y bailamos, ya con una copa extra, más cachondo que antes, sintiendo tus labios, ligeramente, sin poner mi lengua en tu boca aún, porque quiero hacerte esperar. No te lo crees, y supongo que yo tampoco, porque te dije hace una hora y media que me gustaba tu amiga, y porque a tu amiga quizás yo le gustaba también, pero no quise caer en su juego de sí-pero-no, y me alejé de ella. Y ahora la buscas, hablando de ella justamente, y te escucho, sin soltarte, mientras dices: "es que no quiero irme sola a casa". Y te digo que no necesitas hacerlo. Sin darte cuenta de mi sentido, respondes, "Es que vivo muy lejos". Yo yo te respondo, sonriéndote, "Yo iré contigo, no te preocupes". Me ves, y abres de nuevo los ojos, porque sabes que quiero acostarme contigo, esta noche, apenas conociéndonos, y estás sorprendida más de que, por alguna razón -despecho, me digo después-, estás dispuesta a hacerlo. Sonríes, sin quererlo, porque sabemos que tendremos que hacerlo.

Luego, sin embargo, tu amiga, que es tan atractiva como tú -y con quien me imagino haciendo entonces un trío-, viene y te llama, invocándote, separándote de mi. Y no sé porqué, en ese momento llega de nuevo a tu lado tu ex novio, quien no se ha ido del club, y ha estado allí desde que hablaste con él, hace casi cuarenta minutos. Discutes un poco con él, mientras la amiga se aleja, con cara de fastidio, y a los seis minutos él te toma de la mano, llevándote hacia los baños. Pasas enfrente mío, con vergüenza, pidiéndome disculpas, o así me parece, por ir a follar con él al baño.

Y al otro día no recuerdo cómo llegué a casa, ni porqué no estaba enojado, ni molesto al despertarme, y por tanto, al irme a dormir, solo. Pero eso sí, sí, me doy cuenta de que me encantaba, me fascinaba por completo la idea de acostarme contigo, e irme al otro día de la ciudad, como hago entonces, sin que tú lo supieras, así, despechada, sexo súbito, como en El ultimo tango en París, así, sin más. Y es irónico: hace ya casi diez años que la primera novia a la que quise me lo hizo así, acostándose, una noche, apenas un par de días después de que nos separamos temporalmente, tras una discusión, con un camarero que acababa de conocer, aún incluso más joven que nosotros, ebria de tequila y de despecho. Habiéndome lastimado mucho, demasiado, ahora, quizás por exorcizarlo el inconsciente, hallo la idea terriblemente sublime.

El paraíso. Seguro que sí.

jueves, 16 de julio de 2015

Porque soy demasiado emocional (2)

Porque soy demasiado emocional me enamoré de ti. Porque sabía que todo estaba en tu contra para enamorarme, al mismo tiempo que todo estaba a favor para acostarme contigo, una, dos, o cinco veces.  Porque me confié, pensando que tus constantes recordatorios de que no me relacionara contigo en lo personal eran exagerados, innecesarios, casi ofensivos.

Porque pensé que eras demasiado joven a mi lado, y que, como en otros casos, en mi vida, estar con mujeres con novio me garantizaba no enamorarme, y que debía preocuparme más para evitar que te enamoraras tú. Y pensar, ahora, que incluso, cuando me dijiste que tu novio había leído algunos de nuestros mensajes, y que tenías problemas, entré en pánico al pensar que te podría él dejar, y que eso haría que te echaras irremediablemente a mis pies, a mis brazos, deshecha, necesitada de atención y de consuelo.

Ya demasiado tarde me doy cuenta de que nunca debí haberme enamorado de ti, de ti, que aunque con todo lo que eres y lo que no eres, al final del día, tienes tantos fantasmas que te rodean, que te persiguen, y pecados que no te has perdonado, y placeres que no te has perdonado haber disfrutado, y errores que marcan todo lo que haces.

Y me digo que, una vez que me desangre, que te eche de mi persona, de mi vida, de mis tardes, espero, de verdad, ser mas juicioso, y menos estúpido, y que la vez próxima, usaré al menos a la moralidad de escudo para no estar olfateando donde no debo.

Porque soy demasiado emocional

Porque soy demasiado emocional me he casi enamorado de ti, y de tus ojos grandes, y de tus labios carnosos, y de tus piernas deliciosas. Porque no pude contener eso que late dentro de mi, que, como a todos latinos, nos quema, nos incendia, nos abrasa. Porque no pude dejar, como tu bien me dijiste, de ponerte atencion, y de escuchar tus burlas y leer entre lineas lo que tu y tu interior me querian comunicar, y de preguntarte y tratar de entenderte, lejos de esa impersonalidad a la que tan acostumbrada te tienen estos europeos, entre bromas, quejas honestas, celos mal o bien disfrazados, caricias emocionales, burlas infantiles y juguetonas, y bueno, todo esto que soy.

Me enamore de ti porque a pesar de que llevas el sexo como escudo, como moneda de cambio, y porque usas tu cinismo para escabullirte, y escondes, al menos en lo consciente, tus secretos y tus debilidades, pude ver que estabas confundida, y te sentias abandonada, no querida, no valorada, al lado de alguien que, acostumbrado y necesitado a tener la atencion toda para si, subyugando a personas que necesitan admirar a alguien mas, te ignora, pasa delante de ti, como si le estuvieras garantizada por los siglos de los siglos.

Me enamore de ti porque mis enamoramientos paulatinos del momento eran bastante debiles, aunque yo les creia fuertes, al lado tuyo. Porque les faltaba temperamento, les faltaba sensualidad, les faltaba juego, les faltaba picante, les faltaba fantasia, alegoria. Eran enamoramientos demasiado tranquilos, demasiado serenos, en los que, en vez de arder y de vivir en un grito de alegria, me sentia cobijado por el mero hecho de sentirme mas tranquilo, menos solo, menos abandonado.

Pero al fin y al cabo la dependencia que tienes en el te encandena de una forma absurda, ridicula, una que apenas puedo ver ahora, despues de todo, despues de nuestros besos, y de nuestras desnudeces parciales, casi involuntarias (del alma y del cuerpo). Una dependencia que te sacude y te llama y te sujeta horriblemente, entre experiencias profundamente deseadas, infligidas, y otras no deseadas, rechazadas, abrumadoras. Sientes que tienes que estar a su lado, porque eso no se pasa con otros, solo que pasa con algunos. Si tan solo pudieras tomar distancia, y darte cuenta de que ese sueno creado por tus amigas inexpertas, por tus amigos pasivos que le admiran, por tu madre que, demasiado joven, no alcanza a leer en el fondo de ti, y que se maravilla de el, en su pasaporte, es lo que te somete, lo que te presiona, lo que te impide liberarte, a ti, para ser toda tu, con tus propios pecados, con tus propios pensamientos.

Pero quizas no sea asi. Porque en Polonia las relaciones duran mas que en Alemania o en Republica Checa. Yo diria que, en realidad, demasiado: porque como la gente de tu pais, seguiras atada a el, en una relacion que siempre termina pero nunca termina, que te lastima, que te lacera como si fuera un cadena que te sujeta los brazos, y en que a cada movimiento te roza, te lastima, te abre la piel y sangras. Seguiras, asi, quizas los proximos ocho anos, mientras esperas que las cosas cambien, mientras tienes amantes de cuando en cuando, para sentirte dichosa, para sentir alivio, o tengas hijos, para volcarte en ellos, en la familia, dejandole a el de lado, con su egotismo, con su incapacidad nata de voltear hacia los demas.

Y yo quisiera haberte conocido en ese instante no ahora. Asi como otras tantas veces les he confesado a otras a las que he deseado, a otras que me han enamorado: anoro habete conocido en algun pasado tuyo, yo, asi, te digo ahora a ti, quisiera haberte conocido en algun dia de tu porvenir, cuando, estuvieras libre de este tipo de influencias, cuando estuvieras lista para entender que una relacion no debe durar ni un minuto mas de lo que es.

miércoles, 8 de julio de 2015

Mensaje inesperado

Un mensaje llega de pronto, totalmente inesperado, por supuesto: fotos, fotos. Esas imágenes no te importan, no te interesan, sino que sólo te importa que te las hayan enviado. Sí, porque la dueña de ese mensaje, la que te envió esas fotos, tiene unos ojos enormes, cínicos, divertidos, felinos. Porque te hacen recordar sus piernitas, su cintura delicada, su culo perfumado.

Pensabas que no había habido química con ella, cuando le sonreías y tirabas bromas que no acertaban a divertirla lo suficiente, aquella noche, cuando saliste con ella, a bailar, cuando un cabrón intentaba ligársela en la calle, mientras ella te esperaba, con tus pinches nueve minutos de retraso. 

Pero quizás sólo estaba nerviosa, o quizás cansada, o estaba en sus días, o pensaba mucho en su novio, o en algún ex novio, o en algún pretendiente, o en alguna compañera del trabajo que la fastidia a diario diciéndole que debería vestirse menos sexual y menos provocadora, lanzándole eufemismos para decirle que es un zorra, para esconder su envidia.

Uno es profundamente débil así que por supuesto uno cambia sus planes, porque no estaba en la agenda de uno verla de nuevo, porque sencillamente las piernas son las piernas, sobre todo cuando son las piernitas de una divertida, simpática, agradable, coqueta mujercita con la que quieres bailar pegado, pegadito, pegadito, porque bailar pegados es bailar.