miércoles, 27 de julio de 2016

Pasé por enfrente de tu piso.

Cuando, la primera vez por casualidad, y la segunda por melancolía, pasé por enfrente de tu piso, sentí un hondo silencio alrededor. Como si las autos y sus motores dejaran de silbar, de lanzar susurros metálicos y agudos. Como si la gente dejara de hablar en voz alta, callando, aguardando, por que era un suceso importante el que yo pasara por enfrente de donde vivías. Como si las aves se guardaran sus cantos, como si los perros sostuvieran sus ladridos, y las abejas detuvieran su vuelo, sentándose en alguna flor cualquiera.

Pero el mayor silencio estaba en mí, por supuesto. Mis ideas del instante se deshacían, se desmoronaban, perdían forma, se diluían en el aire que rodea el edificio de tu anterior piso. Mi mente, mi boca, mi todo, nos callábamos. Allí, entonces, podía apreciar la fachada, los letreros de los lados, el estudio fotográfico cercano.

Y podía entonces, de forma muy natural y obvia, imaginarnos, allí, a ti y a mi, hace un año, cuando todavía se tocaban nuestros labios, cuando, al menos así me lo parecía, se tocaron también, apenas en un instante, un muy corto momento, nuestros sueños.

lunes, 25 de julio de 2016

Llega de pronto, de golpe, y no se siente dolor

A veces uno se ve sacudido, sorpresivamente, inesperadamente, por algún sentimiento o algún recuerdo. Un hubiera-sido, un qué-tal-qué. Llega de pronto, de golpe, y no se siente dolor. Sólo se siente uno raro. Como si alguna idea fuera implantada de pronto en la mente, cambiándole todo el mundo. O como si le quitasen a uno un dogma, de tajo, sin tiempo para reaccionar, para adaptarse.

Y así me pasa a mí. Me sacudo por dos coincidencias que me acontecieron apenas hace unos días, tan peculiares en su sabor, que me parece que no lo son del todo. Sí, coincidencias que parecen fabricadas, que parecen buscadas, forzadas, y que dejan el aire enrarecido, si bien no pesado, ni molesto, sólo, diferente. Como si el cielo se tornara morado claro, sin que uno pueda sentirse ensombrecido, como si así hubiera sido así, siempre.

Y así es como veo que aquello que, en el fondo, me negaba a aceptar finalmente pasa. No ahora, pero pronto. En algunas semanas. Y eso es todo. Mi cielo ya no es azul. Y, cosa extrañísima, no se siente malo del todo.

domingo, 17 de julio de 2016

Me confesaste un día

Me confesaste un día que tuviste un trio con dos hombres, querida mía. Me lo dijiste casi riendo, queriendo provocarme, y te arranque algunos cuantos detalles a cuenta gotas, por que te resultaba más fácil incitarme con ello, que ahondar en esa experiencia. Apenas pude saber que había pasado casi sin querer, por que no te acababas de decidir entre cuál de los dos tomar. Que había durado más horas de lo que hubieras esperado, muy borracha, y que al terminar, finalmente dormiste completamente sola, en la cama.

Y no me puedo arrancar esa visión, que, por cierto, ha cambiado de colores en mí, conforme han pasados estos meses. Primero me resulto un cuento erótico, quizás inventado, quizás exagerado, que me excitaba en lo más hondo de mi sexualidad. Me provocaba, me hacía imaginarme escenas parecidas contigo, quizás en algún variante, que no te acababa de convencer, por cierto. 

Luego, empero, paso ello a ser un recuerdo doloroso, de algo que aconteció mientras yo no estaba en tu vida, de lo que sólo me llegó apenas un eco muy distante, un murmullo demasiado imperfecto, de algo que no pude evitar en lo absoluto. La forma en que te tocaron aquella noche, en la que te besaron, en la que te desvistieron, todo me causaba amargos, hirientes celos, y me sentí impotente, de todo lo que gozaste aquella noche, de la forma en la que alguien más, que algunos más, te lo hicieron.

Ahora, ya en mi resignación, sin ti, sin tu cuerpo, sin tus palabras, sin contacto entre nosotros, sólo me queda la imagen de eso, que quizás sucedió más de una vez, y que no pude tener contigo. Y es sólo eso ahora: una imagen, con ligeros tintes eróticos, y con otros que la tiñen de suave, triste melancolía. Y todo, mientras poco a poco te me vas de las manos, del recuerdo, de la vida.

viernes, 15 de julio de 2016

A veces los fines de ciclo resultan más dolorosos de lo que uno se espera

A veces los fines de ciclo resultan más dolorosos de lo que uno se espera. Quizás la forma a veces no ayuda mucho en ello, cuando llega, por ejemplo, de golpe, con palabras que se sienten como azotes, como golpes en la cara dados con ladrillos de hierro.

Se siente doloroso, incluso cuando el fin estaba ya anunciado, ya se vislumbraba. Cuando uno se decía preparado, cuando uno quería convencerse de que todo estaba dicho, de que todo había llegado, en efecto a su fin.

Pero no fue hasta que el fin efectivamente llegó, que uno lo siente. Antes, era apenas como un fantasma, una leyenda, una historia de niños. Y un día se convierte en plana, absoluta, dolorosa verdad.

miércoles, 13 de julio de 2016

Me he resignado como ya otras veces.

Y sí: te vas a casar. Me he resignado como ya otras veces. He entendido ya que lo que fue, no lo es más, y que quizás nunca existió, en realidad. Que no hay futuro posible, ni potencial siquiera. Que nosotros, la suma nuestra, no fue más que una proyección, una esperanza, una tragicómica mentira.

Pero eso que ya no es, que nunca fue, al, irrisoriamente, acabar por desaparecer, por mostrar que nunca estuvo, me deja un espacio vacío, en alguna parte de mi, con algunos segundos perdidos en mi día, con energías que no están ya. Mi tiempo perdido, mi esperanza arrebatada por la nada.

Sólo me queda en la mente la imagen de tu boda con aquel francés, en un día nublado, con tu sonrisa forzada, y su alegría infinita e infantil, en cambio. Y de mí mismo, no sé por qué, esperando el tren de vuelta, en alguna estación regional, en el norte de Polonia, en un día soleado con un delicioso aire que refresca la piel, y yo, sin poderme alegrar con tanta dicha en este verano tan raro.

lunes, 11 de julio de 2016

Debería escribir sobre ti. O no.

Debería escribir sobre ti, sobre quien más me pesa en los hombros y en mis pesadillas, y que lo hará, por todo el resto del año, o sobre alguien más, para distraerme y no pensarte tanto?

Si escribo una historia, pendiente, en algún borrador, como tantas que tengo en el tintero, esperando pacientemente por mi, quizás pueda dejarte ir un poco, un poco más. Pueda dejar de recordarte, con esos ojos grandes, tan lindos, tan azules, tan mentirosos, tan manipuladores. Y pueda más bien concentrarme en algún amor roto por la muerte, en algún idilio cuyo pináculo sexual no se alcanzó, estrellándose, o alguna historia de revancha moral, acontecida años después, inesperadamente, después de que un par de corazones se laceraron sin querer, queriéndolo.

Si escribo una historia, impulsivamente, sobre ti, como tantas que me vienen a la mente, contigo, quizás pueda enfocarme en lo que siento en estos días, en estas tardes que, tan cálidas, tan llenas de sol, en vez de alegrarme, me asfixian con su presión para animarme. Podría entonces entender que no me quisiste nunca, que tus miedos y tus confesiones y tus esperanzas eran sólo líneas de un personaje que escribiste, para mí, para mantenerme interesado, y que nunca pensaste en lo absoluto en dejar a tu prometido, por mi.


martes, 5 de julio de 2016

Hay vacíos que aparecen de pronto

Hay vacíos que aparecen de pronto. Un día, así, casi sin más, le falta un pilar a mi edificio. Siento que algo hace falta en mi habitación. Siento que, al caminar por mi piso, hay algo que falta en el escenario, y no acabo a decir qué.

Me voy a un café, y me siento melancólico, por que me falta algo, allí, al lado. Y en las mañanas y en las noches me falta algo. En los silencios, en la calma, incluso hay algo que me hace falta.

Y no puedo alcanzar a evocar su nombre siquiera, con el miedo de acabar lastimado al recordar qué es eso que me falta.