domingo, 17 de julio de 2016

Me confesaste un día

Me confesaste un día que tuviste un trio con dos hombres, querida mía. Me lo dijiste casi riendo, queriendo provocarme, y te arranque algunos cuantos detalles a cuenta gotas, por que te resultaba más fácil incitarme con ello, que ahondar en esa experiencia. Apenas pude saber que había pasado casi sin querer, por que no te acababas de decidir entre cuál de los dos tomar. Que había durado más horas de lo que hubieras esperado, muy borracha, y que al terminar, finalmente dormiste completamente sola, en la cama.

Y no me puedo arrancar esa visión, que, por cierto, ha cambiado de colores en mí, conforme han pasados estos meses. Primero me resulto un cuento erótico, quizás inventado, quizás exagerado, que me excitaba en lo más hondo de mi sexualidad. Me provocaba, me hacía imaginarme escenas parecidas contigo, quizás en algún variante, que no te acababa de convencer, por cierto. 

Luego, empero, paso ello a ser un recuerdo doloroso, de algo que aconteció mientras yo no estaba en tu vida, de lo que sólo me llegó apenas un eco muy distante, un murmullo demasiado imperfecto, de algo que no pude evitar en lo absoluto. La forma en que te tocaron aquella noche, en la que te besaron, en la que te desvistieron, todo me causaba amargos, hirientes celos, y me sentí impotente, de todo lo que gozaste aquella noche, de la forma en la que alguien más, que algunos más, te lo hicieron.

Ahora, ya en mi resignación, sin ti, sin tu cuerpo, sin tus palabras, sin contacto entre nosotros, sólo me queda la imagen de eso, que quizás sucedió más de una vez, y que no pude tener contigo. Y es sólo eso ahora: una imagen, con ligeros tintes eróticos, y con otros que la tiñen de suave, triste melancolía. Y todo, mientras poco a poco te me vas de las manos, del recuerdo, de la vida.

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