sábado, 26 de septiembre de 2015

Te extraño más de lo que quisiera querer.

En noches como ésta te extraño más de lo que quisiera querer. Porque no debería extrañarte en lo más mínimo, aquí, soltero, con todas las ventajas, con tantas piezas a mi favor en esta ciudad llena de mujeres deliciosas. Porque no me quieres, porque no me quisiste (pero quizá, como Neruda, diré que quizás sí me quisiste). Porque no puedes quererme, porque amas a alguien más (pero quizás, no como Neruda, diré que quizás no lo amas ya). Porque estás ocupada, porque estás comprometida, porque llevas ya un anillo que, como un sello en la frente, te hace ajena a mi, a mi futuro, a mis esperanzas.

Con todo, en noches como ésta te extraño más de lo que podría públicamente aceptar. Porque eres apenas una chiquilla, porque no sabes lo que quieres, porque todavía te dejas presionar demasiado por su cultura, por tu sociedad, por tus paradigmas, por tus madres, y tu hermano, y tus amigas, y tus amigos, y los padre de él, y la familia de él, y demás, todos. Porque quizás me serías, incluso, si acaso fueras mía, infiel como lo fuiste para con él conmigo.

Pero te extraño, te extraño en una forma no romántica, que no alcanzo a explicarme. Te extraño en una forma más bien rara, inusual, con un poco de melancolía, un poco de anhelos no satisfechos, que se quedaron en el aire (es, a final de cuentas, todo, como tu lo veías: no más que un capricho?). No te adoro, ni te adoré, como bien sabes. Pero te extraño un poquito más de lo que debiera. Tus palabras, tus mensajes, tus bromas, tu cinismo, y al mismo tiempo, esa vulnerabilidad involuntaria que mostrabas a veces, y de la que después de arrepentías de haberme mostrado, terriblemente culpable contigo misma. Te extraño en todo ello.

Y te extraño, a final de cuentas. Y eso es todo.