jueves, 31 de marzo de 2016

Si no la quisiera podríamos estar juntos

Acepto y me resigno al darme cuenta de su indecisión crónica. Así siempre fue, quizás así siempre será. Quizás. Tal vez no. Es posible que, en una relación saludable, respetuosa, balanceada, ella no esté siempre perdida en las posibilidades.

Pero no me viene bien la impulsividad sexual recién descubierta. Esa que hace que ella, cuando se siente triste, en vez de tomarse una copa de Jack Daniels, se tome a un hombre deseoso, como los somos casi todos, en cualquier bar en la oscuridad. 

Me lastima, me duele. Me hace pensar que en cada desencanto, en cada discusión, en cada punto en el que no convergemos, ella se sentirá mal. Pero a diferencia mía, no saldrá a caminar, no se irá con amistades a tomar un vino o unas cervezas. Sencillamente irá al bar de su preferencia, y se tomará a un nuevo amante. Qué importa que tenga dos o tres, ya? Lo importante es el sexo nuevo, el que le aleja por completo de sus problemas actuales.

Me preocupa, me lastima, me asfixia. Me hace darme cuenta de que no somos el uno para el otro. Si no la quisiera, entonces sí, podríamos estar juntos. Supongo.