miércoles, 13 de julio de 2016

Me he resignado como ya otras veces.

Y sí: te vas a casar. Me he resignado como ya otras veces. He entendido ya que lo que fue, no lo es más, y que quizás nunca existió, en realidad. Que no hay futuro posible, ni potencial siquiera. Que nosotros, la suma nuestra, no fue más que una proyección, una esperanza, una tragicómica mentira.

Pero eso que ya no es, que nunca fue, al, irrisoriamente, acabar por desaparecer, por mostrar que nunca estuvo, me deja un espacio vacío, en alguna parte de mi, con algunos segundos perdidos en mi día, con energías que no están ya. Mi tiempo perdido, mi esperanza arrebatada por la nada.

Sólo me queda en la mente la imagen de tu boda con aquel francés, en un día nublado, con tu sonrisa forzada, y su alegría infinita e infantil, en cambio. Y de mí mismo, no sé por qué, esperando el tren de vuelta, en alguna estación regional, en el norte de Polonia, en un día soleado con un delicioso aire que refresca la piel, y yo, sin poderme alegrar con tanta dicha en este verano tan raro.

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