jueves, 9 de junio de 2016

Hay una chica al otro lado del café

Hay una chica del otro lado del café, en una mesa que queda casi enfrenta de la mía. Veo que sus ojos café claro, grandes, se clavan en mi. Sólo eso veo de ella, en ella. Y no sé si es curiosidad, o si nos conocemos y yo no la recuerdo, o si sencillamente le gusto. 

Y me imagino entonces hablándole, suavemente, en primera instancia, y cínicamente en la segunda, carismático. Viéndola a los ojos, soltándole bromas, y de pronto, algunos piropos, coqueteos deslizados casi, casi sin querer.  Y después todo, todo eso, todo lo demás.

Me la imagino como aquella que tuve en el mediterráneo. Linda, atenta, que dijo que le dije todo lo que ella quería escuchar, todo en el momento adecuado, y tanto, que parecía que lo tenía yo todo estudiado, a ella toda estudiada. 

Y finalmente, la nada. El vacío, el olvido que se deja caer. Por que no fue más que un objeto de olvido, de placer momentáneo. Hedonismo demasiado efímero. Por que, egoísta, preferí a arrastrar a alguien, indirectamente, a mi amargura, que enfrentarla yo solo.

La chica de enfrente, mientras tanto, se pone de pie. Y la miro, pensando que nunca más la volveré a ver, no, en una ciudad como Praga. Tiene buena figura. Y parece tímida, pese a todo. La veo, esperando el contacto de sus ojos, para sonreírle antes de que se vaya. 

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