Como si fueran ecos, escuchas el por qué. Te sacude. Te das cuenta. Sientes vergüenza, por que, de pronto, sí, allí está ese tono lastimero que no te dabas cuenta que te imponías.
Pero es más: cuando recuerdas tus tragedias, tus traumas, te das cuenta de que has dejado de lado, ignorado, olvidado a propósito, las partes en las que fuiste o un villano, o en las que te fuiste víctima propiciatoria, casi deseándolo. No, es más: te parece, horrible, que tú misma creabas ese papel para ti: el de la víctima, del sufrido, el del que se entrega a la ejecución, incluso si tenías todo para revelarte, para volverte el victimario, el villano, el verdugo.
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